El tabernero de Dunedin
“Los
puertos no son buena cosa…
se
pudren los barcos y los hombres se van al diablo”.
-
Joseph
Conrad, El espejo del mar.
No hay nada más literario que una taberna de marinos. De cualquier
tipo de marinos: piratas, negreros, cazadores de ballenas, … Robert Louis
Stevenson, por ejemplo, nos habla de una taberna legendaria: El Almirante
Bembor, localizada en el camino de Bristol (La isla del tesoro). Pio
Baroja describe un banquete de marinos vascos en el hotel de Cucullu en
el barrio europeo de Macao (La estrella de capitán Chimista). No hay que
olvidar, claro, Las dos marmitas, donde comen y se alojan dos de los
protagonistas de Moby Dick, la obra inmortal de Herman Melville. La
Cabeza del Rey, de Sydney, frecuentada por cocineros y camareros de la flota,
según nos cuenta Joseph Conrad en El espejo del mar. Incluso, La
Terraza, el lugar donde el joven pescador invitaba al Viejo del precioso
cuento de Ernest Hemingway, El viejo y el mar. Todo ello sin olvidar El
viejo navío que Chesterton convirtió en La Taberna Errante.
Nuestra historia comienza el día en que llegó a Dunedin un
joven marino vasco, Boni Zurbano. Dunedin, en la bahía de Otago,
Nueva Zelanda, era entonces el principal
puerto ballenero del Pacífico. Además, cuando llegó a nuestro hombre, aún se
vivían los efectos de la fiebre del oro. Hubo un tiempo en el que esta ciudad
fue la más poblada del país.
Bonifacio
Zurbano Bilbao había nacido en Laukiz, a unos quince
kilómetros al norte de Bilbao el 6 de junio de 1846. Era el pequeño de dos
hermanos y su padre había fallecido en Plencia en 1855. Con poco más de ocho
años, comenzó a salir a la mar en un
bote de pescadores para ayudar a la economía familiar hasta que embarcó en
barcos de mayor tonelaje que hacían la ruta a Liverpool. En uno de sus viajes
llegó al Caribe. En el Nuevo Mundo, se enroló en un ballenero que había estado
faenando en las Indias Occidentales y que salía para el Pacífico Sur. Tras un tiempo frente a las costas de Chile y
Perú, puso rumbo a Oceanía. El Mar de Tasmania era rico en
cetáceos y, en él, faenaban barcos ingleses, franceses, americanos... Muchos
capitanes empleaban marineros maoríes y “extranjeros” para cazar ballenas desde
la costa[1].
En
los primeros tiempos en Dunedin, además de la caza ballenas, Boni pescaba en la
bahía de Otago (donde abundada el bacalao azul) y, en ocasiones, cocinaba en
alguna de las tabernas del “barrio irlandés” en el extremo de Princess Street.
Allí precisamente conoció a una irlandesa de Northcastle, al norte de Dublin, Bridget
Donelly, con quien se casó el 26 de septiembre de 1874. Bridget había formado parte de una de aquellas
expediciones de mujeres que llegaban desde las Islas Británicas a Nueva Zelanda
formalmente para trabajar como “domésticas” (Othago Witness, 6-VIII-1870).
Entre 1866 y 1871 llegaron 1500 jóvenes irlandesas. Procedían de los distritos
más pobres de Irlanda. Con poca educación, muchas de aquellas mujeres solo consiguieron
algo más que una existencia marginal a la que estaban acostumbradas.[2]
Cuando Boni y Brigdet se casaron, ya tenían
una hija, que falleció con cinco años el 13 de noviembre de 1876 con tan solo
cinco años. La madre, superada por el
dolor, perdió la razón, falleciendo meses más tarde.
Princess Street, Dunedin
Nuestro
protagonista era un hombre avispado y de recursos. Le gustaba pescar durante
las travesías utilizando los cebos más insospechados. Algo que había aprendido
en Plentzia en su niñez. Aquello hacía más atractivo el rancho de la
tripulación. Este estaba básicamente compuesto por bacalao, carne de vaca o cerdo,
maíz, alubias y arroz. De vez en cuando, comían algún plato a base de ballena.
Alexandre Dumas, que por cierto, era un gastrónomo cosumado, nos dejó una
receta en su maravilloso Diccionario de Cocina. Acompañaba al cocinero chino del barco cuando
no estaban faenando y cuando este no embarcó a tiempo tras pasar tres días seguidos
en un fumadero de opio, Boni se convirtió en el cocinero de a bordo. Un
cocinero ganaba tanto como el contramaestre. En los balleneros (como en otros
barcos de pesca), cada miembro de la tripulación tenía un porcentaje sobre las
capturas. En el caso del cocinero, una sesentava parte. El vasco llegó a
patronear alguna de las lanchas que cazaban ballenas desde la costa, en las que
iban arponeros maoríes, como Queequeg, aquel arponero tatuado de Moby
Dick.
La muerte de su primera mujer coincidió
cuando acordó con el catalán Olegario “James” Guardiola (n. Barcelona) hacerse
cargo del Spanish Restaurant. En un anuncio publicado en la prensa
local, señalaba que el establecimiento contaba con cuarenta habitaciones
individuales bien ventiladas (New Zealand
Tablet, March, 2, 1877). El
establecimiento era frecuentado por marinos y mineros que visitaban la ciudad.
Para atender el negocio, necesitaba una mujer. Así que el 18 de julio de 1877 contrajo matrimonio de nuevo con, Maud
“Calcutt” Perry, nacida en Bandury, en el condado de Oxford. Con esta, tuvo dos hijas: Concesión (a
la que puso el nombre de su madre vasca) y María Antonia Maud y un hijo,
Bonifacio. Regentaron el Spanish Restaurant durante cinco años.
Tras
su primera experiencia, alquiló el Caledonian Hotel en Andersons Bay Road. Maud se encargaba
del hotel, y de los niños. Boni, de pescar y de la taberna. Era un hombre
popular que, en ocasiones, hablaba “una jerga con algunos españoles y con un
clérigo francés que no la entendían ni los maoríes”. Es decir, hablaba
euskera (lengua vasca).
Boni
se había hecho franc-mason ingresando en la sección local de la Gran
Logia Irlandesa (que en Dunedin se llama Lodge
St. Patrick y tenía su salón en
Princess Street). No es de extrañar. Hay quien mantiene que la
masonería nació en una taberna de Londres llamada El ganso y la parrilla.
Por cierto, marino vasco y masón fue nada menos que Shanti Andia, el
célebre marino barojiano. Nuestro hombre alcanzó el grado de maestro. Durante
un tiempo, la familia atendió en Masonic Hotel de Lawrence, a unas 40
millas. Allí nació una de sus hijas, Lea.
Pasados unos años,
Zurbano decidió probar suerte en Sydney, Australia, trasladándose a esta ciudad
con su familia. Hasta 1888, estuvo al frente de una pensión (boarding house)
en Buckingham Street cerca de los muelles de King Street. Ese año, regentaba Palace
Hotel, que contaba con una taberna, en George Street, muy cerca de los
muelles. En 1889, transfirió este hotel a otro catalán, Martin Arenas[3],
mientras que se hizo con el Rose Hotel
(William y Duke Streets) (Sydney Morning
Herald, Nov.15, 1889). A partir
de 1891, tuvo otro hotel de nuevo en George Street, el Black Swan Hotel. Un año, más tarde, solicitó la transferencia de
su licencia de este hotel a Charles Brown (Sydney
Morning Herald, June, 22, 1892).
Se trasladó entonces a Woolloomooloo Bay, East Sydney. Tuvo su casa en
el 59 de Cowper Wharf, Woolloomooloo Bay, donde, además, alquilaba
habitaciones a marinos, muchos de ellos, vascos. Mientras Maud se encargaba de
la casa y de la cocina, Bonifacio trabajó como pescador y, durante años, para
la Australasian Steam-Company en los
muelles lo que le permitía reclutar tripulantes (sobre todo, del departamento
de máquinas) para la compañía. Falleció en Sydney en 1914. Su único hijo,
Bonifacio “Bonnie”, falleció en Francia el 7 de octubre de 1917 a causa de las
heridas recibidas cuando combatía en un regimento australiano durante la I
Guerra Mundial (Sydney Morning Herald,
Nov, 10, 1917).
Zurbano también se hizo una
fama en los muelles de Sydney. Durante un picnik marino al que había sido
invitado, se le ocurrió utilizar una calabaza como cebo para atraer a un
tiburón que merodeaba por los alrededores.
Es escualo mordió el anzuelo y comenzó a dar saltos ante el asombro de
los presentes. La prensa australiana, no solo la de Sydney, se hizo eco de aquel “prodigio” (Brisbane Courier, April, 17, 1891).
Lecturas
recomendadas sobre tabernas, ballenas y los Mares del Sur.
Pio Baroja
- Las inquietudes de
Shanti Andia, Madrid (1988). Colección Austral.
- La estrella del
Capitán Chimista, Buenos Aires (1955): Colección Austral.
- Los Pilotos de
Altura, Madrid (1986): Colección Austral.
G.K. Chesterton, La
taberna errante, Madrid (2004). Acuarela. Refiriéndose a Chesterton,
escribió Borges: “Hay algo más terrible y maravilloso que ser devorado por un
dragón; es ser un dragón”. Además, a Chesterton le gustaban las tabernas. Tanto
que su mujer le encerraba en su cuarto para que terminase el artículo y no se
fuese a la taberna a cantar baladas con sus amigotes.
Carlo Collodi, Las
aventuras de Pinocho, Barcelona (1982): Bruguera.
En la obra de Collodi hay tabernas y peces monstruosos (que no ballenas) y nos
ofrece un relato que tiene que ver más con Zurbano que con Disney,
Joseph Conrad, El espejo
del mar, Barcelona (2017): Debolsillo. Juan Benet dice
que en esta obra “encontramos el mejor Conrad el que sabía dibujar un hecho del
mar con la más perfecta forma literaria” Como curiosidad, Conrad y Zurbano
coincidieron (aunque no se encontrasen) en Sydney.
Alexandre Dumas, Diccionario de cocina,
Madrid (2011): Gadir. El libro está lleno de humor, de deliciosas anécdotas que
mantienen la sonrisa, de pequeños pasajes biográficos del mayor interés, y, por
supuesto, de recetas. Entre ellas, un prepara d de ballena: "Esta
carne", dice Dumas, "es tan buena y sana que los pescadores y el
común pueblo marítimo le atribuyen la salud de hierro de la que gozan".
Granville Allen Mawer, Ahab’s
Terade. The saga of Sout Seas Whaling, New York (1999), St. Martins Prees.
Herman Melville, Moby
Dick, Madrid (2004). El País, 2 vols.
Poe, Edgar Allan Poe, Narración
de Arthur Gordon Pym. Madrid 81986). Alianza
Luis Romero, Libro de
las tabernas de España, Barcelona (1956): AHR.
Robert Louis Stevenson,
-
La Isla del Tesoro, Madrid
(1969): Javier Pérez del Hoyo.
-
En los mares del sur,
Barcelona (1998): Ediciones B.
[1] Thierry Du Pasquier, Les Baleiniers Français au xixe siècle. 1814-1868, Éditions Terre et Mer 4 Seigneurs, Grenoble 1982.
[2][2]
Charlotte Mcdonald, A Woman of Good Character. Single women as inmigrants
Settlers in 19th Century New Zealnd, Wellington (2015). BWB ebook.
[3]
Martin Arenas, nacido en Barcelona, había llegado a Melbourne desde Liverpool
en el SS Great Britain junto a su esposa y tres hijos el 5 de diciembre
de 1870. Durante unos años regentó un
restaurante en Melbourne.
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