Cuando las hordas de Trump asaltaron el Capitolio se me ocurrió releer La conjura contra América de Phillip Roth. En aquella ocasión, la lectura me produjo desasosiego. Me daba cuenta que rara vez tienes la oportunidad de enfrentarte a un relato tan perfectamente elaborado, pero... He estado ocho días con el Imserso en Roquetas de Mar, Almería. Mientras mi mujer toma el sol en la playa, yo leía en un banco del paseo. Viajé con los Diarios de Rafel Chirbes, la Expiación de Ian McEwan y La Conjura... de Roth. Chirbes ha conseguido hipnotizarme con un género, el de los diarios, del que soy un fiel seguidor: Kafka: Diarios 1910-1923, Amos Oz: Una pantera en el sótano, Iñaki Uriarte: Epílogo (por ser el último hasta ahora), Joseba Sarrionaindia: Gauzak direna balira, Barbara Jacobs: Escrito en el tiempo. Con la Expiación de McEwan no tuve suerte. Me perdía todo el rato y, en los bancos del paseo, no podía tomar notas a gusto. Sin embargo, con La conjura me ocurrió exactamente lo contrario. Recordaba un arranque farragoso (que lo tiene)... A medida que avanzas en la lectura, se intensifica el ritmo y quedas definitivamente atrapado.
La historia de Roth comienza cuando el famoso héroe de la aviación y fanático aislacionista -y pro nazi- Charles A .Lindbergh obtuvo una victoria aplastante sobre Franklin Roosevelt en las elecciones presidenciales de 1940, el miedo invadió todos los hogares judíos de Norteamérica. Lindbergh no sólo había culpado públicamente a los judíos de empujar al país hacia una guerra absurda con la Alemania nazi, en un discurso transmitido por radio a toda la nación, sino que, tras acceder al cargo como trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos, negoció un acuerdo cordial con Adolf Hitler, cuyas conquista de Europa y virulenta política antisemita pareció aceptar sin dificultad. Lo que entonces sucedió en Norteamérica es el marco histórico de este sorprendente libro. El autor nos cuenta cómo le fue a su familia en Newark, así como a un millón de familias similares en todo el país, durante los amenazantes años de la presidencia de Lindbergh, cuando los ciudadanos norteamericanos que eran judíos tenían todas las razones para esperar lo peor. ¿Qué rumbo habría tomado la historia si esto hubiese sucedido en la realidad? Pues que Philip y su familia, judíos todos ellos pero americanos de corazón, lo hubiesen pasado muy mal. De esto trata el libro donde vemos la realidad con los ojos del niño de siete a diez años, complementada con las reacciones de los adultos, su extensa familia o sus compañeros de colegio.
Es cierto que Roth es un provocador. Cuando murió, el critico argentino Nerio Tello escribió: "Acusado de antisemita –siendo él judío–, fascista, misógino, sexista, y hasta de escribir pornografía, Roth resume en sí la idea del escritor total. Alguien dijo que mientras nosotros miramos un paisaje, él levantaba las piedras para ver que se escondía abajo. Ese era Roth". En la necrológica que Zadie Smith publicó en The Newyorker, recuerda una frase que el escritor "soltó" en una ocasión: “Literature isn’t a moral beauty contest.” ("La literatura no es un concurso moral del belleza").
Philip Roth y Claire Bloom cuando eran marido y mujer
En un tiempo, sus héroes literarios eran Kafka, Beckett y Joyce. Es más, Harold Bloom le considera directamente discípulo de Kafka. Pero en sus últimos años, cuando se embarcó en esa notable saga que fue su Trilogía Americana, Philip Roth sintió que sus referentes más profundos estaban en el realismo norteamericano de los años 40: "Los escritores que ampliaron y dieron forma a mi sentido sobre América fueron principalmente habitantes de pequeñas ciudades sureñas y del Medio Oeste". Escritores como Sherwood Anderson y Sinclair Lewis.
Mientras estaba sentado en aquel banco del paseo de la playa de Roquetas, trataba de poner una banda sonora a lo que estaba leyendo. En mi cabeza y, luego, en mi móvil, sonaba Take This Waltz de Leonard Cohen, claro. Me acordé a continuación de sus poemarios (de Cohen): La energía de los esclavos y Flores para Hitler que hojeé a regresar a casa y actuaron como bálsamo.
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