Juana María Gorriti Zuviría: PERO ¡VAYA VIDA!

 


En mi primer viaje a Buenos Aires, compré en una librería de viejo un recetario de 1890, Cocina Ecléctica, cuya autora era Juana Manuela Gorriti y Zuviria.  Lo presté a alguien y nunca lo volví a ver. Pero, bueno. Hubo algunas cosas que me llamaron la atención. Primero, su Prólogo. Luego, sus referencias a Vizcaya, sinónimo en su caso de País Vasco.


El Prólogo mostraba que estaba ante una mujer culta.  No imaginaba que, asimismo, era mucho más que una cocinera ilustrada:

 

“El hogar es el santuario doméstico; su ara es el fogón; su sacerdotisa y guardián natural, la mujer. Ella, sólo ella, sabe inventar esas cosas exquisitas, que hacen de la mesa un encanto, y que dictaron a Brantôme el consejo dado a la princesa, que le preguntaba cómo haría para sujetar a su esposo al lado suyo: -Asidlo por la boca. Yo, ¡ay! nunca pensé en tamaña verdad. Ávida de otras regiones, arrojéme a los libros, y viví en Homero, en Plutarco, en Virgilio, y en toda esa pléyade de la antigüedad, y después en Corneille, Racine; y más tarde, aún, en Châteaubriand, Hugo, Lamartine; sin pensar que esos ínclitos genios fueron tales, porque -excepción hecha del primero- tuvieron todos, a su lado, mujeres hacendosas y abnegadas que los mimaron, y fortificaron su mente con suculentos bocados, fruto de la ciencia más conveniente a la mujer”.

 Las referencias a la borona “pan de pueblo en Vizcaya” o su introducción a la receta de la tarta vizcaína que le envía una prima de Donostia (“Aquí también se comen cosas buenas ¡bah! todo no ha de ser borona y cidra, como nos achacan: no señor; que hay platos en nuestra mesa, capaces, como se ha visto más de una vez, de hacer volver a los ausentes para degustarlos de nuevo. Uno de los de esa envidiable categoría, es el que con el apetitoso nombre de Torta Vizcaína ha esparcido su fama hasta allende el Pirineo, esa tierra de paladares tan delicados”), muestran su vinculación a la tierra de sus ancestros. Luego, descubrí que, por parte de padre era originaria de Urnieta, Gipuzkoa. Que su tío, uno de los patricios de la independencia argentina José Francisco Gorriti era conocido como Pachi. La familia de su madre procedía de Etxalar. En su obra hay pinceladas de la vieja Euskal Herria cuando, en un cuento, una joven que vieja en el tiempo (sin saber cómo) se cruza con un grupo de pastores vascos.  Martha Mercader pone en su boca una frase definitoria: “contraje un mal que transformaban mi energía vasca en virulencia de hidrófoba, con rachas de insomnio, desgana, desmemoria,…”

 


Queda dicho: Juana Manuela Gorriti fue mucho más que una cocinera:  está considerada la primera novelista argentina, y la escritora de su época con mayor obra publicada. Y no solo eso: fue una de las primeras mujeres latinoamericanas, cuya profesión fue la literatura, la escritura. Ha dejado un amplio legado que abarca cuentos fantásticos, biografías y relatos de viaje. Como cuentista, se le atribuye haber inaugurado el género fantástico en el continente. Por otro lado, gran parte de su extensísima obra tiene mucho de autobiográfica. Tampoco es de extrañar: pocos seres humanos pueden exhibir vivencias como las suyas.  Para situar todo, personaje, paisaje y paisanaje, es más que recomendable el relato de Martha Mercader Juanamanuela, mucha mujer.

 

Juana Manuela Gorriti nació el 16 de Julio de 1816, en Horcones, provincia de Salta. Su padre, el general José Ignacio Gorriti, doctor en leyes, participó en las luchas de la Independencia, fue delegado al Congreso de Tucumán en 1816, y gobernó la provincia de Salta en varias oportunidades. Su madre, Feliciana Zuviría, que gozaba de una buena posición económica, provenía de una familia que también había participado en la política provincial. Su niñez transcurre entre Horcones, Buenos Aires y Salta. Ella misma narra ese periodo en Lo íntimo, texto en el que recopila notas referentes a su vida

Al recrudecer los conflictos entre unitarios y federales, José Ignacio Gorriti tomó partido a favor de los primeros y, en 1831, ante el triunfo de Facundo Quiroga se vio obligado a emigrar con su familia a Bolivia, refugiándose en Tarija.




En Tarija mueren su padre y su madre, pero va a ser en esa ciudad donde Juana Manuela conoció a Isidoro Manuel Belzú, el Tata Belzú, su hombre, su marido, su amante, el padre de sus dos hijas. Los cronistas cuentan que la adolescente rubia y de ojos verdes y el morocho apuesto de ojos oscuros se enamoraron al primer golpe de vista. Ella tenía dieciséis años y él veintidós. Se casaron en La Paz, el 20 de abril de 1833. Dice que se amaron con pasión, con rabia, con desesperación y tristeza: Rogelio Alaniz asegura que “los dos eran demasiado independientes para ser felices. Él era militar y ella pretendía ser escritora. Él pasaba largas temporadas en los campamentos; ella disfrutaba de su juventud en las reuniones sociales. Al poco tiempo de estar casados comenzaron a circular los rumores de que ella lo engañaba. Del Tata, también se hablaba de sus amantes, pero como en una sociedad machista eso era lo previsible, la novedad eran los amores de ella y no los de él. (…) Para ser militar y boliviano en aquellos años, Belzú era bastante amplio, aunque habría que decir que al lado de Juana Manuela no le quedó otra alternativa que esforzarse en ser más amplio todavía. La pareja tenía problemas que nunca pudieron ser resueltos, pero se amaban. Ella admiraba al soldado, al guerrero osado y temerario, al jinete elegante, al hombre que regresaba de las campañas militares y después de hacer el amor le contaba sus proyectos políticos. “El Tata no se baja del caballo cuando anda en campaña, porque cuando regresa a casa sigue montado”, le escribe ella a una amiga.



Vivieron juntos quince años, fueron años de amores arrebatados, peleas ruidosas, celos, furias y reconciliaciones. La separación no cumplió con el principio de “ninguna escena, ningún llanto, simplemente fue un adiós inteligente de los dos”. Por el contrario, hubo escenas, hubo llantos y hasta se escucharon algunos tiros. Belzú siempre supo que su mujer lo engañaba. Todo podría haberle perdonado o dejarle pasar, pero lo que no podrá disculpar es que lo engañara, nada más y nada menos, que con el general José Ballivian, entonces presidente de Bolivia y amigo personal, valga el detalle, de Bartolomé Mitre.

Sobre Ballivian siempre se discutieron muchas cosas, menos que fuera mujeriego. “El hombre puso a prueba la fidelidad de todas las mujeres casadas”, escribirá Arguedas. Más ofensivo, otro historiador asegura que “Belzú es el árabe cornudo que traga el veneno que le sirve Ballivian”. La esposa de Ballivian talla con su resentimiento y dolor. Le entrega a Belzú una carta escrita por Juana Manuela, una carta que doña Mercedes Coll y Segurola de Ballivian encontró en el bolsillo de su marido.

Juana Manuela admite que la carta es de ella, pero se defiende diciendo que es el borrador de una de sus novelas y que “la perra de la esposa de Ballivian” adulteró para transformarla en una ardiente declaración de amor. Nadie le cree, mucho menos Belzú. Hubo explicaciones que no convencieron a nadie, hubo gritos, algunas zamarreadas; la criada de Juana Manuela intentó tranquilizarlo a él, hubo más gritos e insultos y en cierto momento se escapó un tiro de la pistola de Belzú qué hirió a la criada. “Nada hay más despiadado para una mujer que su sexo”, escribirá Juana Manuela unos años más tarde.

Juana Manuela no aguanta más. Está harta de Bolivia y de los bolivianos, de la violencia exhibicionista de sus hombres, de la tontería de sus mujeres, de las eternas conspiraciones, de las traiciones y las intrigas. ¿Se han separado para siempre? Parece que sí, aunque hay algunos intentos de retorno que no duran más de dos o tres días. En algunas de esas idas y venidas ella le escribe una carta: “En donde estés yo estaré contigo. Aunque la Parca nos separe, esta llamarada de amor no podrá apagarse”.

 


 

Juana Manuela se trasladó con sus hijas a Arequipa primero y a Lima, después: Edelmira, regresará a Bolivia para vivir con su padre. A partir de 1850, en la capital peruana, funda una escuela para niñas, organiza un salón en el que reúne a la bohemia romántica, escribe sus relatos más importantes y los publica en El Comercio, La Revista de Lima, La Revista del Paraná La Revista de Buenos Aires. En aquellos días,  ejerce un papel de pionera al proponer la educación de las mujeres y al defender su participación en la vida pública y económica de los países americanos. Pone en ejercicio sus ideales y les brinda su apoyo a las escritoras más jóvenes: Clorinda Matto de Turner, Carolina Freyre de Jaimes y Mercedes Cabello, entre otras, darán a conocer sus obras en las reuniones de su casa. La experiencia propia le había demostrado la importancia de estar preparada para abrirse camino por sí misma. De carácter independiente y de voluntad férrea, enfrenta los embates de la política y de una vida familiar tumultuosa y, en una época en que el destino de las mujeres está sujeto a los dictámenes de padres y maridos, opta por el exilio y trabaja para mantener a su familia. Pero si bien el trabajo responde a necesidades económicas, también figura en sus escritos como fuente de satisfacción personal. En los años cincuenta inicia una nueva relación sentimental con un comerciante limeño de apellido Sandoval. Con él tiene dos hijos: Julio y Clorinda. Esa situación familiar no figura en sus relatos, ni tampoco es comentada por sus amigos). Se sabe, sin embargo, que la relación no perdura más que unos pocos años.

En 1865, los sentimientos familiares y las pasiones políticas se entrecruzan nuevamente en la vida de Juana Manuela. Isidoro Belzú, habiendo ganado las elecciones en Bolivia, regresa a La Paz para asumir la presidencia. Cuando recibe al general Melgarejo, un opositor temible, con la intención de pacificar las fuerzas opositoras, es asesinado por aquél. Juana Manuela que visitaba a su hija Edelmira, en La Paz, recupera el cuerpo de su ex marido, se hace cargo del funeral y pronuncia una sentida oración fúnebre. El pueblo que ha perdido a su líder exige reparaciones. Juana Manuela, convertida en una suerte de caudillo interviene con sus hijas en un intento de levantamiento popular pero sus fuerzas son vencidas por el ejército de Melgarejo. Lo que Juana Manuela pierde en la vida personal, lo gana en la imaginación del pueblo y de los lectores; los primeros la llaman “mamay”, los segundos la consideran una figura romántica por excelencia. El episodio concluye con su vuelta a Lima, mientras que sus hijas se exilian en Europa. El año de 1865 también le depara una gran recompensa ya que se publica en Buenos Aires con gran éxito, Sueños y realidades, una colección de sus relatos con prólogo de Vicente G. Quesada.

En 1866, Juana Manuela se presenta como enfermera voluntaria, junto a las Hermanas de la Caridad en el Puerto del Callao cuando la escuadra española pretende un desembarco con la intención de retomar las antiguas colonias. Años más tarde el gobierno peruano la condecorará en reconocimiento de sus acciones.



 

En 1874, Juana Manuela Gorriti viaja a Buenos Aires para tramitar la pensión acordada a las hijas de los luchadores de la Independencia. Es recibida y celebrada con gran entusiasmo por escritores y políticos. Escribe entonces Peregrinaciones de una alma triste en el que Laura, la protagonista, figura como un modelo ideal para la ciudadanía adoptando una voz moralizante en favor de un comportamiento filantrópico y de una moral racional. En 1875, Gorriti obtiene un permiso del gobierno argentino para regresar temporariamente a Lima. De vuelta en la capital peruana retoma sus actividades, dando especial atención a las reuniones de los miércoles que programa cuidadosamente. Su hijo, Julio Sandoval editará el volumen Veladas literarias. 1876-1877. Veladas I a X (1892) en el que incluye los textos allí leídos y detalla la organización de las mismas.

En 1876 sale en Buenos Aires otra colección de relatos, Panoramas de la vida, editada por Carlos Casavalle. En 1877 Juana Manuela viaja a La Paz primero y luego regresa a la capital argentina. Ese mismo año termina Misceláneas, publicado por M. Biedma, con un prólogo de Pastor S. Obligado que debe considerarse el primer estudio biográfico sobre la autora. La suerte no la acompaña y debe regresar a Lima en 1878 por la enfermedad de su hija Mercedes que muere al año siguiente. Su hija Clorinda, así como otro hijo habían fallecido con anterioridad. Después de la derrota que sufre el Perú en la Guerra del Pacífico y que deja tanta desolación en su país de adopción, Juana Manuela viaja a Buenos Aires en 1882. En ésta, la última etapa de su vida, a pesar de sufrir de problemas de salud, desarrolla una actividad intensa –viajes y publicaciones se suceden. En 1886 hace su último viaje a Salta cuyas memorias escribe en La tierra natal (1889); publica El mundo de los recuerdos, (1886) recopilación de escritos muy variados, en la Editorial Lajouane, en Buenos Aires. En 1888 sale Oasis en la vida, novela escrita por encargo de una Compañía de Seguros. Precisamente su último libro fue Cocina ecléctica (que, además, ha sido el más reeditado) En 1892, sale Perfiles, recopilación de semblanzas de personajes históricos. Para entonces, diversas enfermedades limitan su actividad y muere el 6 de noviembre de 1892, en Buenos Aires. Puede decirse que, con ella, desaparece también la última figura del Romanticismo en América.

Su obra, por cierto, es bastante accesible. Bien en forma de reprints, en ebooks o ediciones regulares, Cátedra, por ejemplo, publicó en 2010, El pozo de Yocci y otros relatos.

 

Referencias

-        Rogelio Alaniz, Juan Manuela Gorriti, una mujer valiente, en https://historias-bolivia.blogspot.com/2018/09/juana-manuela-gorriti-y-su-complicada.html?m=0

-        Martha Mercader, Juanamanuela mucha mujer, Buenos Aires (1980): Sudamericana.

 

Obra propia (Repasada)

 

-        Relatos, Buenos Aires (1962): Librería Universitaria.

-        Mi tierra natal, Wallingford (2010): Stockcero.

 

 

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