CORTAZAR, JULIO




Cuando Julio Cortazar falleció,  Barbara Jacobs escribió una de sus cartas al semanario Time en la que preguntaba:  "...¿no saben que un artista como él nunca muere y que, a diferencia de los viejos guerreros, tampoco se desvanece ni desaparece?" En el mismo texto Jacobs explica en que consiste el juego de rayuela y, sobre la explicación, dibuja una nota necrológica maravillosa. Está claro que la escritora mexicana forma parte de esa pequeña de la Humanidad que vivimos bajo la impresión persistente de Rayuela, la obra cumbre de Cortázar que José María Guelbenzu define como "es un acto literario total, una muestra del anarquismo literario en el que se da la unidad entre el fondo y la forma. Además, desencadena el gran movimiento hacia el lector, le obliga a escribir la novela".

A Cortazar comencé a leerlo a principios de los 1970. Estaba en la Universidad. Una de las hermanas de mi recordado amigo Jesús Galilea (El Primo), me dejó un ejemplar de Ceremonias, de Seix & Barral, que, luego, compré. También me dejó ella La ciudad y los perros, de V. Llosa, que nunca le devolví (y que aún conservo). De vez en cuando leía algunos de sus libros de la edición "barata" de Bruguera y la edición de Alazraki de Final del juego publicada por Muchnik. Por supuesto, he leído Rayuela de diferentes formas: una, toda seguida. Luego, claro, siguiendo las instrucciones del autor, comenzando por el capítulo 73. Ese que comienza: "Sí, pero quien nos curara del fuego sordo, del fuego sin color que corre al anoche por la rue de Huechette..."  y es que Rayuela está formada por 155 fragmentos que el lector puede combinar a su antojo. Además del orden en que se edita habitualmente, Cortázar -que empezó el libro redactando el actual fragmento 41º- incluye en las primeras páginas un "tablero de dirección" que arranca en el 73.

"A lo largo de unos cuantos años escribí Rayuela -escribía Cortazar-  y, en esa novela puse directamente todo lo que en ese momento podía poner en ese campo de búsqueda e interrogación. El personaje central es un hombre como cualquiera de todos nosotros, realmente un hombre muy común, no mediocre pero sin nada que lo destaque especialmente; sin embargo, ese hombre tiene una especie de angustia permanente que lo obliga a interrogarse sobre algo más que su vida cotidiana y sus problemas cotidianos".

Para el critico Jaime Alazraki, "Rayuela es una suerte de eje mayor de su creación (la de Cortázar), punto de llegada y punto de partida, blanco y arco, verdadero centro de gravedad de toda su obra, espacio casi mágico en el que converge todo lo que prepara y todo lo que se deriva de ella, texto de desembocaduras y nacimientos, camino de ida y vuelta, ruta de vuelta e ida". Por su parte, cuando apareció la traducción inglesa, el crítico norteamericano C.D.B. Bryan la definió como "la más poderosa enciclopedia de emociones y visiones que aparecerá en la generación internacional de escritores de postguerra".








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