CONRAD, JOPSEPH





A quienes hemos nacido a orillas de la mar y, además, somos hijos y nietos de marinos, los marinos de "tierra adentro" nos dan mala espina. No importan hazañas y singladuras, o escrituras, lo que no deja de ser una forme de soberbia inaceptable. La cosa cambia si eres Jonathan Swift, pero él era un genio que, mientras componía una sátira contra el género, era capaz de parodiar los libros de viajes. Aún así: Homero, aunque no podía verla -era ciego- era capaz de oler la mar.  Stevenson, por ejemplo, era hijo y nieto de constructores de faros (otra cosa). Pero, ¿Conrad? En los lugares en los que nació y se crio, en Ucrania,  ni se veía ni se olía la mar.

Su nombre real era Jósef Teodor Konrad Korzeniowski nació el 3 de diciembre del año 1857 en la población de Berdichev, ubicada en la región de Podolia, Ucrania. Era hijo único de un matrimonio perteneciente a la nobleza polaca que se trasladó en 1861 a Varsovia. Apollo Korzeniowski, su padre, era traductor, crítico literario y escritor. También era nacionalista polaco y luchó contra la invasión rusa de su país, por lo que fue encarcelado y posteriormente deportado a una localidad del norte de Rusia llamada Vologna, lugar en donde falleció su madre, Evelina Bobrowska, cuando el pequeño Josef tenía solamente siete años. Apollo regresó con su hijo a Polonia y falleció en el año 1869 a causa de la tuberculosis. El encargado de criar y educar al huérfano fue su tío materno Tadeusz, con quien residió en LwowEn el año 1874, Conrad abandonó sus estudios para vivir en contacto con su gran pasión: el mar. Se enroló como marinero en Marsella y comenzó una vida de aventuras que incluyó la venta de armas al ejército carlista.  También tuvo un desengaño amoroso y se intentó suicidar sin éxito disparándose en el pecho. En el año 1878 se estableció en Inglaterra y continuó navegando como marino mercante y descubriendo destinos exóticos como Australia, Extremo Oriente o el Congo. En 1886 le concedieron la nacionalidad británica y cambió su nombre al de Joseph ConradSe enamoró de Eugenie Renouf, quien le abandonó para contraer matrimonio con otro hombre. En el año 1896, Conrad se casó con la mecanógrafa Jessie George, con quien tuvo dos hijos. A causa del padecimiento de gota tuvo que abandonar su vida marinera. Comenzaba entonces su vida como escritor.



"La libertad de imaginar debiera ser la posesión más preciada del novelista"
- Joseph Conrad


Mis primeros contactos con Conrad (sin que yo lo supiese, claro) fueron dos películas:  Lord Jim, protagonizada por Peter O'Otoole basada en su novela del mismo título, y Apocalipsis Now, de Francis Ford Coppola, inspirada en El corazón de las tinieblas 

Los reparos del hombre de  costa van desapareciendo a medida que vas conociendo la obra de Conrad. Te das cuenta que sabe de lo que habla, y no solo eso: hay cosas de las que cuenta que resultan más que familiares a los marinos.

Veía el verdadero mar, el mar que juega con los hombres hasta descorazonarlos y desgasta resistentes barcos hasta matarlos. Nada puede conmover la meditabunda amargura de su alma. Abierto a todos y a nadie fiel, ejerce su fascinación para perdición de los mejores. Amarlo no es buena cosa. No conoce vínculo de palabra dada, ni fidelidad a la desgracia, a la vieja camaradería, a la prolongada devoción. La oferta de su eterna promesa es espléndida; pero el solo secreto de su posesión es la fuerza, la fuerza: la celosa, insomne fuerza del hombre que guarda bajo su techo un tesoro codiciado.

- Joseph Conrad

Probablemente, la obra más marinera de Joseph Conrad es El espejo del mar. Las crónicas que conforman este libro repasan sus vivencias marítimas, primero como marinero en Francia y más adelante en la Marina mercante británica. Estos textos componen un vivísimo retrato de la relación entre el hombre y el mar en una época en que la llegada del vapor supuso el fin de la hegemonía de los barcos de vela. Algunos consideran esta obra como el cruce entre un cantar de gesta sobre la navegación a vela y la biblia del oleaje, Además, es una obra imprescindible para comprender a su autor. En el prólogo que  Juan Benet escribió para la edición de Hiperión (1981) señala que  «todo el libro es Conrad cien por cien, y, además, el mejor Conrad, el que sabía dibujar un hecho del mar con la más perfecta forma literaria, y el que sabía ilustrar un acontecimiento narrativo con la más acertada imagen marinera.» 

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