ARTURO
Para un niño de mi generación,
lo medieval eran el Príncipe Valiente, el Capitán Trueno, el Rey
Arturo, Ivanhoe, incluso el Guerrero del Antifaz (aunque este
último no me gustó nunca, jamás: ¡¿Qué credibilidad puede tener un guerrero
cuyo hijo se llama “Adolfito”?!). Luego, llegaron lecturas más serias con el Cantar
del Mio Cid, algunos de cuyos versos se incluían en las “lecturas” de los
manuales de Lengua en el Bachillerato, y uno, en lugar, de estudiar Lengua se
aprendía de memoria aquellos fragmentos:
¡Merced, ya rey e señor, por amor de caridad!
La rencura mayor non se me puede olvidar
oídme toda la cort e pésevos de mio mal,
los ifantes de Carrión, que m' desondraron tan
mal.
Pero
donde un niño del 53 descubría “lo medieval” era en el cine y ahí, claro, era
el Rey Arturo lo llenaba casi todo: Los caballeros de la Mesa Redonda (1953),
con Mel Ferrer haciendo de Rey Arturo, con Robert Taylor,
de Lancelot (Lanzarote) y Ava Gadner de reina Ginebra. Ivanhoe (1952), de nuevo con Robert Taylor
y, esta vez con Elisabeth Taylor, … Muchas de estas películas eran carne
de sesión matinal o de funciones de sesión continua y, por supuesto, de chistes
fáciles. “Un viejo y una vieja quitándose la ropa entran en un maizal. ¿Cómo
se titulaba la película?: Iban joe, ja, ja,ja”. Por lo que se refiere en
concreto al Rey Arturo, se han seguido produciendo películas con diferentes
variantes sobre el personaje: Merlín el Encantador (1963), Monty
Python and the Holy Grial (1975), La guerra de las Galaxias (1977), Excalibur,
Indiana Jones y la última cruzada, El primer caballero (1995), El Rey
Arturo (2004), La última legión (2007), …

Abro
paréntesis: De pequeño, mi personaje favorito era el Príncipe Valiente.
La historia original se titulaba El
Príncipe Valiente en los días del Rey Arturo. Había nacido como una historieta que comenzó a publicarse
en Estados Unidos y, luego, en los 1950, comenzó a publicarse en castellano.
Todo ello sin olvidar la película que protagonizó un joven Richard Wagner.
Por cierto, un primo de mi abuelo, Fernando Wes, que diseñaba ropa y
decorados para el teatro, me hizo un disfraz que cosió su hermana África.
Cierro paréntesis.
Además de tebeos y
películas, había leído Ivanhoe, de Sir Walter Scott, Un yanky
en la Corte del Rey Arturo, de Mark Twain o Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros, de John Steinbeck, sin embargo, me
faltaba la historia original. De dónde había salido aquel torrente de
inspiración. Hace unos años leí La Búsqueda del Santo Grial, traducida
por Carlos Alvar, y, luego, La muerte del Rey Arturo, una maravillosa
edición a cargo asimismo de Alvar. Ambas forman parte de la Vulgata artúrica
de gran difusión en la Edad Media. Y, de esta forma, comencé a entender el
misterio de la vida de Arturo si existió alguna vez o solo
es un mito de la mitología o bien de la literatura franco-inglesa pre-medieval.
Hay quien mantiene que no solo fue una invención literaria si no que existió realmente entre los siglos VI y IX. Arturo
habría nacido exactamente en la zona de Cornualles, después
de la caída del Imperio Romano.
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