CALVINO, ITALO

 


Cuando tenía doce años, Cosimo Piovasco, barón de Rondó, en un gesto de rebelión contra la tiranía familiar, se encaramó a una encina del jardín de la casa paterna. Ese mismo día, el 15 de junio de 1767, encontró a la hija de los marqueses de Ondarivia y le anunció su propósito de no bajar nunca de los árboles. Desde entonces y hasta el final de su vida, Cosimo permanece fiel a una disciplina que él mismo se ha impuesto. La acción fantástica transcurre en las postrimerías del siglo XVIII y en los albores del XIX. Cosimo participa tanto en la revolución francesa como en las invasiones napoleónicas, pero sin abandonar nunca esa distancia necesaria que le permite estar dentro y fuera de las cosas al mismo tiempo. Este es un resumen aproximadamente de El Baron rampante, una de las mejores obras de Italo Calvino. En esta obra, Calvino se enfrenta con el que, según él mismo declaró, es su verdadero tema narrativo: “Una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí ni para los otros”.

 

Carlos Fuentes, en una imagen tomada por el fotógrafo cubano Jesse A. Fernández en 1957

Carlos Fuentes fue un ávido lector de Calvino, de Italo, claro. Lo consideraba “el novelista de los novelistas”. Entre sus recuerdos el sabor que le dejó la lectura de Si Una Noche De Invierno Un Viajero …: el mismo sabor que probó su amiga Susan Sontag. Ambos habían leído el libro casi a la vez, y así cuenta Fuentes la experiencia: “En seguida, los dos levantamos los brazos en un gesto de admiración desesperada y exclamamos simultáneamente: - ¿Por qué no se me ocurrió a mi primero?”

 


Italo Calvino nació el 15 de octubre de 1923 en Santiago de las Vegas (Cuba), hijo del botánico y agrónomo Mario Calvino y de la profesora de botánica Evelina Marnelli, matrimonio que regresó a Italia dos años después de concebir a su hijo.
Ubicados en San Remo tuvieron a un segundo hijo, Floriano, que con el tiempo se convirtió en un importante biólogo. Italo comenzó estudios de Agronomía en la Universidad de Turín. En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, y aunque en principio formó parte de los jóvenes fascistas de Benito Mussolini, finalmente participó en la Resistencia italiana integrando las brigadas Garibaldi y afiliándose al partido comunista italiano el año 1944, opción política que terminó abandonando en 1957 por sus discrepancias con sus enfoques totalitarios. Terminada la guerra, Calvino dejó la Agronomía para estudiar Literatura en la misma Universidad de Turín, graduándose en el año 1947 con una tesis sobre el escritor 
Joseph Conrad. A finales de la década de los 40 colaboró en publicaciones como “L’Unita”, “Il Politecnico” o “Rinascita”. En el año 1964 contrajo matrimonio en Cuba con la judía argentina Esther Judith “Chichita” Singer. Un año después, en 1965, nació su hija Giovanna. Falleció en Siena el 19 de septiembre de 1985.



 

Su literatura, de gran exquisitez formal, comparte recodos realistas y fantásticos, desarrollados desde una perspectiva irónica. De nuevo Fuentes: “Vio y escribió. La relación constante entre el acgo de ver y el acto de escribir le da su forma supremamente bella” a obras como Palomar. Entre sus obras destacan El Sendero De Los Nidos De Araña (1946), su primera novela, el libro de relatos Marcovaldo (1963), Las Cosmicómicas” - Tiempo Cero (1965), El Castillo De Los Destinos Cruzados” (1969), “El Libro De Los Amores Difíciles” (1970), Las Ciudades Invisibles (1972), Si Una Noche De Invierno Un Viajero … (1979), Palomar (1983), y la trilogía Nuestros Antepasados, compuesta por los siguientes títulos: El Vizconde Demediado (1952), El Barón Rampante (1957) y El Caballero Inexistente (1959).

 


Guia del lectura

«Amo, sobre todo, a Stendhal porque sólo en él la tensión moral individual, la tensión histórica y el impulso vital son una misma cosa: tensión lineal novelesca. Amo a Pushkin porque es transparencia, ironía y seriedad. Amo a Hemingway porque es 'matter of fact, undestatement', voluntad de felicidad, tristeza. Amo a Stevenson porque parece que vuela. Amo a Chéjov porque no va más allá de donde va. Amo a Conrad porque navega en el abismo y no naufraga. Amo a Tólstoi porque a veces estoy a punto de entender cómo lo hace y, en cambio, no entiendo nada. Amo a Manzoni porque hasta hace poco lo odiaba. Amo a Chesterton porque quiso ser el Voltaire católico y yo hubiese querido ser el Chesterton comunista. Amo a Flaubert porque después de él no se puede pretender hacer nada que se le parezca. Amo al Poe del 'Escarabajo de oro'. Amo al Twain de 'Huckleberry Finn'. Amo al Kipling de 'El libro de la selva'. Amo a Nievo porque lo he releído muchas veces divirtiéndome tanto como la primera. Amo a Jane Austen porque no la leo nunca pero me alegro de que exista. Amo a Gógol porque deforma con precisión, maldad y medida. Amo a Dostoievski porque deforma con coherencia, con furor y sin medida. Amo a Balzac porque es visionario. Amo a Kafka porque es realista. Amo a Maupassant porque es superficial. Amo a Mansfield porque es inteligente. Amo a Fitzgerald porque está insatisfecho. Amo a Radiguet porque la juventud nunca vuelve. Amo a Svevo porque alguna vez habrá que envejecer...».

Italo Calvino

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