CABALLERO BONALD, JOSÉ MANUEL
Conocí a José Manuel
Caballero Bonald en Pamplona en vísperas de las Navidades de 1975. Franco
había fallecido justo un mes antes. Se
celebraba el Festival de Villancicos Nuevos, que organizaba Radio Popular (nada
que ver con la COPE actual) y, entre quienes actuaban, estaban Víctor Manuel,
Luis Eduardo Aute. Caballero acompañaba
al asturiano junto al director de cine José Luis García Sánchez y su mujer la
cantante Rosa León, Luis Eduardo Aute, Jarcha o Lupe. Víctor Manuel cantó su
villancico "¿Qué será que todos piden?". Lo que todos pedíamos era la
amnistía. Al acabar el Festival dos agentes de la policía política se lo
llevaron detenido. Algunos de los presentes nos dirigimos a la Comisaría y,
allí, pasamos toda la noche hasta que lo soltaron. Y yo pasé la mayor parte del
tiempo charlando con Caballero Bonald que se había quedado solo en una
esquina. Un descubrimiento y una delicia que me arrastró a su obra. Lo más
accesible en aquellos días era la poesía. Me compré Vivir para contarlo.
Leí más tarde y en momentos diferentes dos novelas fantásticas: Dos días de septiembre y En la casa
del padre que tienen que ver con su propia trayectoria vital.
Homenaje
a Antonio Machado en Collioure. De izquierda a derecha, en la parte de arriba:
Blas de Otero, José A. Goytisolo, Ángel González, José A. Valente y un
desconocido. En la parte de abajo: Jaime Gil de Biedma, Alfonso Costabreda,
Carlos Barral y J.M. Caballero Bonald
José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 11 de noviembre de 1926 - Madrid, 9 de mayo de 2021). Cursó estudios de Filosofía y Letras en las universidades de Madrid y Sevilla, para después trasladarse a Colombia donde enseña Literatura española, combinando su labor literaria con la docencia. Perteneciente a la Generación del 50, como poeta se inicia en 1948 con Poesía (1945-1948), a la que siguieron Las adivinaciones (1952), Memorias de poco tiempo (1954), Ateneo (1956), Las horas muertas (1959), El papel del coro (1959) y Pliegos de cordel (1963). En 1969 se publica Vivir para contarlo, obra que recoge toda su poesía. En 1997 se publica una antología de sus poemas, recopilados por María Peyeras Grau, con el título El imposible oficio de escribir. Antología, y en 2002, la editorial Visor publica Antología personal. Como novelista, su producción es escasa aunque significativa en lo que a narrativa social se refiere. Destacan Dos días de septiembre, que ganó el Premio Biblioteca Breve de Novela en 1961, Ágata ojo de gato, con la que ganó el Premio Barral y de la Crítica, Toda la noche oyeron pasar pájaros (1981), Premio Ateneo de Sevilla, y En la casa del padre (1988).
Hay dos cosas que me llaman la atención en la obra de Caballero
Bonald. El profundo “sabor a sur” de su escritura que hace que, a algunos,
les parezca “empalagoso” y, a mí, me parece lo más atractivo. Para sobriedad,
tenemos a “los bárbaros del norte”. Desde Delibes a Sarrionandia, este último,
claro, en lengua vasca. La segunda tiene que con los temas que trata, Monta el
relato en forma de crónica familiar. Tanto en Dos días de septiembre
como en En la casa del padre.
Dos días de septiembre transcurre en 1960, cuando, en Jerez – de donde es el autor- perduraba una
situación bipolar, la de una ciudad en la que quien no era caballero era
caballo. Esta narración sobre la sociedad estamental es la decantación de su
propia peripecia biográfica, de su compromiso literario y de sus vivencias
inmediatas. La novela fue hija de su
época: ese mismo año, por ejemplo, aparecía Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos.
El texto de Caballero Bonald fue recibido como un ejemplo del realismo social
pero, en realidad, era la novela de un poeta que balbuceaba su narrativa. De
ahí su ya evidente carga simbólica, su apasionada descripción del escalafón
social jerezano, bajo la eterna sombra de la Guerra Civil.
En la casa del padre El capellán Ismael sufre una caída aparentemente accidental. A
través de lo que parece una simple anécdota se inicia la crónica de tres
generaciones de un clan de la industria vinatera, los Romero-Bárcena, que,
desde la nada, conseguirán llegar a lo más alto del poder económico y social. La
historia del ascenso de los Romero-Bárcena es también la historia de su
decadencia moral. En un escenario que se reconoce como andaluz, los intensos
aconteceres que aquí se narran trascienden el ámbito privado y entroncan con la
realidad social, política e incluso ética de nuestra historia más reciente.
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