BASEHVIS SINGER, Isaac

 



El yiddish es la lengua sabia y humilde de todos nosotros, 

el idioma de una humanidad asustada y esperanzada". 

Isaac Bashevis Singer

 

 

Cuando concedieron el Premio Nobel de Literatura a Isaac Bashevis Singer descubrí algunas cosas que desconocía. Su aspecto físico: parecía mentira que aquel anciano fuese al autor de El mago de Lublin que había leído en la biblioteca del cuartel en una edición Plaza & Janés (creo que todos los libros de aquella biblioteca de Ferrol eran de P&J: podías compaginar a Bashevis Singer con Bocaccio o Seven Hassel). Mi segundo descubrimiento tiene que ver con su sentido del humor. Su pensamiento apuntala el dato: “En este mundo hay individuos muy raros, con ideas aún más raras que ellos”. El tercer descubrimiento fue el idioma en que escribía Bashevis Singer: el yiddish, una lengua judía, hoy en vías de extinción y que descubrí en Nueva York en 1972. Para ser justos:  la "descubrí" antes gracias a Fred Hellerman, de los Weavers, a Theodore Bikel (compañero de  Pete Seeger en el legendario Newport Folk Festival),  a Nuestro Pequeño Mundo o a Chava Alberstein (de quien tenía un standard play que alguien había comprado en Baiona)



Isaac y sus loritos


Mi admirada Barbara Jacobs comentaba divertida que, en una nota del semanario Time (de enero de 1984), se decía que el escritor no come pollo. La razón de tal decisión tenía que ver, menos con su propia salud que por el bienestar del pollo. Es conocido que, por lo menos desde de 1960, según sus biografías oficiales, Basevis Singer es vegetariano.  Por otro lado, recuerda que “mientras Harold Flender lo entrevistaba para la Paris Review, en el otoño de 1968, dos loros domesticados vuelan en libertad por su departamento”.




El Mago de Lublin fue, como he dicho, el primero de los libros que leí. Alguien ha dicho de esta obra que es “un pase ilusorio, el último acto de magia existencial se abre a un desenlace dramático”Seguramente. Seguí con Un amigo de Kafka que es una maravillosa colección de veintiún relatos. Donde se muestra como un narrador impecable, detallista, y que dota a sus textos de una verosimilitud al alcance de muy pocos. El tercero de los títulos fue Shosa, el relato de los personajes singulares en circunstancias singulares. Por último,  En el tribunal de mi padre (publicado en 1985 como Krochmalna nº 10 que en el lugar donde vivía en Varsovia) que es, a decir de su autor “un intento de autobiografía y de cultismo literario”.


Llegada a América


"Yo fui educado en tres lenguas muertas -hebreo, arameo y yiddish (algunos consideran que ésta no es en absoluto una lengua- y en una cultura que se desarrolló en Babilonia: el cheder donde yo estudiaba era un cuarto en el que el maestro comía y dormía y su mujer cocinaba. No estudiaba allí aritmética, geografía, física, química o historia, sino leyes que rigen a un huevo puesto en día de fiesta y a los sacrificios en un templo destruído hace dos mi años. Aunque mis antepasados se habían instalado en Polonia unos seiscientos o setecientos años antes de mi nacimiento, yo solamente conocía unas cuantas palabras de la lengua polaca".

- I.B. Singer, Shosha


El yidis​, yiddish(ייִדיש) o ídish​(אידיש ídish), también conocido como judeoalemán,​ es un idioma perteneciente a las comunidades judías asquenazíes tanto del centro como del este europeo, y sus emigrantes y descendientes en Israel, el continente americano y otros lugares del mundo. La base sintáctica y gran parte del léxico del yidis provienen del alto alemán, pero el yidis posee también influencias del idioma hebreo​ y de algunas lenguas eslavas. Clasificado como lengua altogermánica, la ortografía del yidish usa los caracteres del alfabeto hebreo y la vocalización que lo caracteriza (conocida como píntelaj) posee características singulares. El nombre del idioma proviene del alto alemán, donde originalmente se conocía como jüdisch-deutsch (idioma alemán judío). El yidish es una lengua milenaria, se desarrolló tanto en Europa Central como en Europa del Este a partir del siglo X y fue desde entonces evolucionando en cada una de dichas regiones junto a las lenguas locales. El retrocesos de los hablantes de yiddish se debió a la emigración, sin olvidar a los millones de hablantes que fueron exterminados por los nazis. Así, de 13 millones en 1930 se pasó a tres millones de personas en 2005 (de Wikipedia). Una lengua, por cierto, que llegó a tener más hablantes que el noruego (que tiene tres premios Nobel de Literatura).



El que Isaac Bashevis Singer utilizase el yiddish como lengua literaria incluso en el exilio, demuestra la fuerza interior de una lengua materna. Esta también lo fue de otro Nobel de Literatura, Saul Below, que siempre utilizó el inglés. El yiddish tuvo una importante presencia en la vida cultural americana durante décadas, sobre todo, en el teatro. Walter Mathau o Sidney Lumet iniciaron sus carreras en el teatro yiddish de Nueva York, por ejemplo. Esta lengua se ha puesto “de moda” gracias a una serie de éxito, Unortodox.  Es cierto que, este caso, la obra de Isaac Bashevis ha sido traducida lo que, como en otros casos, lo que ha contribuido a su difusión universal, como en tantos otros casos desde la Antigüedad. Como ocurre con el noruego (con tres Premios Nobel), con el provenzal (con uno) y también con el euskera que tiene escritores suficientemente sólidos como para optar a todo.


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