BARRIE, James M.



 Los libros caían sobre mi máscara (y donde había un rictus de viejo moribundo), y las palabras me azotaban y un remolino de gente gritaba contra los libros, así que los eché todos a la hoguera para que el fuego deshiciera las palabras...

Leopoldo María Panero, «A quien me leyere», Poemas del manicomio de Mondragón (1987).


El Desencanto, de Jaime Chávarri, fue una película que me dejó tan mal sabor de boca que decidí no volver a tener relación alguna con los Panero, incluida su señora madre, Felicidad Blanc. Tardé casi una década en reencontrarme con un Panero. Ya estaba ingresado en el Hospital Psiquiátrico de Mondragón y, buscando algo suyo, tropecé con Peter Pan, de James Matthew Barrie. Una pequeña maravilla de Ediciones Libertarias, incluye la introducción, la traducción y una propuesta para un guión de cine de Leopoldo María Panero. La historia es la conocida, claro: la del niño que no quiere envejecer, con Wendy, Campanilla o el Capitán Garfio. Pero, Panero no muestra otros caminos para acercarnos a la historia. Además, nos dejó Unas palabras para Peter Pan.

"No puedo ya ir contigo, Peter. He olvidado volar, y...
Wendy se levantó y encendió la luz: el lanzó un grito de dolor...


Pero conoceremos otras primaveras, cruzarán el cielo otros nombres —Jane, Margaret—.

El desvío en la ruta, la visita a la Isla—Que—No—Existe, está previsto en el itinerario.

Cruzarán el cielo otros nombres hasta ser llamados, uno tras otro,

por la voz de la señora Darling (el barco pirata naufraga, Campanilla cae al suelo sin un grito, los Niños Extraviados

vuelven el rostro a sus esposas o toman sus carteras de piel bajo el brazo, Billy el Tatuado saluda cortésmente, el señor

Darling invita a todos ellos a tomar el té a las cinco).

Las pieles de animales, el polvo mágico que necesitaba de la complicidad

de un pensamiento, es puesto tras de la pizarra, en una habitación para ellos destinada en el n° 14 de una calle de Londres,

en una habitación cuya luz ahora nadie enciende.

Usted lleva razón, señor Darling, Peter Pan no existe, pero sí Wendy, Jane,

Margaret y los Niños Extraviados.

No hay nada detrás del espejo, tranquilícese, señor Darling, todo estaba previsto, todos ellos  

acudirán puntualmente a las cinco, nadie faltará a la mesa.

Campanilla necesita a Wendy, las Sirenas a Jane, los Piratas a Margaret.

Peter Pan no existe. «Peter Pan, ¿no lo sabías? Mi nombre es Wendy Darling».

El río dejó hace tiempo la verde llanura,

pero sigue su curso.

Conocer el Sur, las Islas, nos ayudará, nos servirá de algo al fin y al cabo, durante el resto de la semana.

Wendy, Wendy Darling. Deje ya de retorcerse el bigote, señor Darling, Peter Pan no es más que un nombre, un nombre más

para pronunciar a solas, con voz queda, en la habitación a oscuras.

 Deje ya de retorcerse el bigote, todo quedará en unas lágrimas,

en un sollozo apagado por la noche: todo está en orden, tranquilícese, señor Darling.



Leyendo este Peter Pan te das cuenta del daño que ha causado Walt DisneyY, al mismo tiempo, como resalta Panero, constatas esa tendencia al arrojar al cajón de sastre de la literatura infantil a "autores desesperados y profundamente misántropos" como Jonathan Swift o (Los viajes de Gulliver)  Lewis Carrol (Alicia en el país de las maravillas). También te das cuenta de que Barrie está quizá en un nivel inferior (no quiero decir exactamente eso, pero, algo así).




El autor de Peter Pan, James M. Barrie, nació en el seno de una familia de artesanos de escasos recursos, tuvo una infancia infeliz.  Después de convertirse en escritor famoso, él mismo confesaría muchas veces que su más profundo deseo hubiera sido recuperar los años felices de su primera infancia, y que su más célebre personaje, Peter Pan, era una personificación de tales anhelos. Tras estudiar en la Universidad de Edimburgo y trabajar durante dos años como periodista, se trasladó a Londres, atraído por el brillo de sus círculos culturales. A partir de 1888 publicó con éxito una serie de novelas. Al teatro, sin embargo, dio Barrie a partir de 1900 sus obras más auténticas (El admirable CrichtonCalle del gran mundo). En 1894, Barrie contrajo un matrimonio infeliz y tempranamente fracasado con la actriz Mary Ansell. Poco después, en 1897, comenzó una intensa relación amorosa con Sylvia Llewellyn Davies, una sentimental y afectiva mujer con cuyos hijos formó una auténtica familia. A aquellos niños fue a los que comenzó a contar diversas historias protagonizadas por un personaje de su invención que simbolizaba la infancia eterna en la que a él mismo le hubiera gustado vivir: Peter Pan. Algunas de aquellas historias fueron publicadas en 1902 en un volumen titulado El pequeño pájaro blanco.




 Poco después, en 1904, vio la luz la comedia Peter Pan, el muchacho que nunca quiso crecer. Posteriormente, Barrie publicaría Peter Pan en el parque de Kensington (1906) y Peter y Wendy (1911). El éxito de su personaje y de sus aventuras fue instantáneo. Peter Pan y sus compañeros de aventuras (los pequeños Wendy, John, Michael, la perra Nana, el hada Tinker Bell o "Campanilla", y el terrible Captain Hook o "Capitán Garfio") fueron adoptados como héroes por muchas generaciones de niños de todo el mundo, conocedores de sus aventuras a través de todo tipo de traducciones y adaptaciones, alguna de ellas tan celebradas como las versiones cinematográficas de Herbert Brenon o la dWalt Disney, en dibujos animados. Según que interpretaciones, Peter Pan puede convertirse en un ídolo libertario o en el paradigma del dirigente fascista. Si bien en los últimos tiempos predomina la segunda opinión, Panero nos ha ayudado a mirar con otros ojos el mito de la eterna infancia.

El personaje de Peter Pan proporcionó a Barrie extraordinaria celebridad; pero su vida personal se vio acompañada muy a menudo de desgracias e infortunios. En 1910 su matrimonio terminó en divorcio, y sólo cuatro meses después, su compañera Sylvia Davies, que mientras tanto había enviudado, falleció; además, dos de los hijos de su amante, sobre los que Barrie velaba como si fuese un padre, fallecieron también. Después del divorcio se formó en torno al escritor la imprecisa leyenda que le presentó cual un Peter Pan envejecido y dulcemente desengañado, con algo de sabio y de gnomo, siempre con la taciturna pipa, llevado por la realidad a una paz modesta y gris. J. M. Barrie gozó de una ancianidad tranquila y abundante en amistades y honores; pero su mundo de ensueño fue transformándose, hasta Querido Bruto (Dear Brutus, 1917) y Mary Rose (1920), en otro espectral y triste, poblado de impotentes y dolorosos fantasmas, habitantes de una realidad árida, desangelada y cruel.



Se ha muerto Leopoldo María Panero, se ha muerto nuestro Peter Pan, 

nuestro Artaud, nuestro loco, nuestro intocable, nuestro monstruo.

 Peter Pan en el infierno.

Luis Alemany





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