BAROJA, Pio
Pio Baroja según Julio Caro Baroja
Se ha dicho que Baroja es el menos
innovador de los escritores la generación del 98, lo que seguramente es
cierto. Julián Marias considera que esto se explica porque don Pio es "el
más próximo a la tradición galdosiana, por eso mismo es el que menos se expuso a
los riesgos del que inicia una nueva manera de novelar. Las novelas de Baroja
no estaban dominadas por el afán de originalidad que ha sido devastador en
literatura y el arte de nuestro siglo (XX). No digo que no fuesen originales,
sino que no pretendían excesivamente serlo0, y en alguna manera esto las
salvaba. Esta es una de las razones de su perduración sin decadencias".
Por su parte, Ángel del Río, destaca
de la novela barojiana que "su norma es la movilidad, la falta de
centro y de estructura. Es difícil la selección, pero probablemente las novelas
mejores, las más vigorosas y frescas son las de su juventud ordenadas por él en
trilogías: Tierra Vasca, La Vida Fantástica y El Pasado". A esta
última pertenece El árbol de la ciencia (1911) que marca la culminación
de la novelística de Baroja. A partir de ahí, Del Río no advierte crecimiento:
"Baroja se repite", afirma.
Retrato de Juan Echevarria
He leído mucho a Baroja por devoción y obligación, según los casos. Mi difunto padre era un apasionado. Tenía sus obras completas (las de Biblioteca Nueva) que regaló, creo, a una hermana mía. Yo tuve las de aquel desastre del Círculo de Lectores (qepd). A mi padre le gustaban los temas vascos, aunque, conociéndole, seguro que leyó lo demás.
La redacción de esta nota coincide
con la elaboración de un pequeño ensayo sobre las comunidades de marinos vascos
en el mundo y, claro, he vuelto a leer Las inquietudes de Shanti Andia,
La estrella del capitán Chimista, Los pilotos de altura y El
laberinto de las sirenas. Sorprende la cantidad y la calidad de los datos
que ofrece sobre puertos y singladuras, que van más allá de la imaginación del
escritor. Además de las historias familiares tiene que haber "algo
más".
Refiriéndose a estas cuestiones, Víctor Manuel de Aguiar señala que "entre el mundo imaginario creado por el lenguaje literario y el mundo real, hay siempre vínculos, pues la ficción literaria no se puede desprender jamás de la realidad empírica. El mundo real es la matriz primordial y mediata de la obra literaria; pero el lenguaje literario no se refiere directamente a ese mundo, no lo denota: instituye, específicamente, una realidad propia, un heterocosmo de estructura y dimensiones específicas. No se trata de una deformación del mundo real pero sí de la creación de una realidad nueva, que mantiene n siempre una relación de significado con la realidad objetiva".
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