ARENDT, Hannah
Hace algún tiempo vi la película de Margarethe von
Trotta, Hanna Arendt (2012) y,
luego, el documental Vita activa. The spirit of Hannah Arendt, de Ada
Ushpiz, que es bastante flojo. Mis referencias se limitaban a una lectura
juvenil (y quizá inconclusa) de Los Orígenes del Totalitarismo y la
historia de su llegada a Estados Unidos a través de una organización que apoyó
asimismo al catedrático de la Universidad de Oviedo Alfredo Mendizabal,
o al presidente del Gobierno vasco exiliado José Antonio Aguirre. La
película de Von Trota me animó a leer Eichmann en Jerusalén (que forma
parte de la trama) y a repasar fragmentos de Los Orígenes, cuya edición
castellana está agotada y conseguirla fue toda una aventura. Aquel
atracón de filósofa y filosofía sirvió para que descubriese algo sorprendente:
el interés que sigue despertando a punto de concluir el primer cuarto del siglo
XXI. ¿Cómo es posible?
La primera respuesta nos la da el también filósofo
Richard Bernstein (Nueva York, 1932), que, en 2018, publicó el ensayo ¿Por qué leer a Hannah Arendt
hoy?: «Se cita a Hannah Arendt en periódicos y en redes
sociales -responde- por sus percepciones sobre la denigración de la
verdad, los peligros de populismo de derechas y el funcionamiento de la
propaganda. Su pensamiento es atractivo porque
personifica lo que un intelectual comprometido debería ser hoy». El extraordinario
y continuo interés en la obra de Arendt se explica por la percepción sutil e
intuitiva de la filósofa sobre los aspectos atemporales presentes en la
realidad social, política y económica sobre la que reflexionaba. Ella
desarrolló un concepto de política y libertad pública que sirve como estándar
crítico para juzgar la realidad contemporánea. Bernstein argumenta que Arendt
debe leerse hoy porque sus penetrantes ideas nos ayudan a pensar tanto en la
oscuridad de nuestro tiempo como en las fuentes de iluminación que podemos
encontrar para construir el futuro. En este ensayo, explora su pensamiento
sobre la apatridia y los refugiados; el derecho a tener derechos; su crítica
del sionismo o el significado de la banalidad del mal, entre otros.
Hannah Arendt, alemana y judía,
fue, sobre todo, una pensadora que escribió sobre la actividad política, el
totalitarismo y la modernidad. Su biografía personal y la trayectoria
profesional quedarán marcadas por el nacionalsocialismo y el Holocausto. Pasó
del distanciamiento religioso a la constante reivindicación de su condición de
individuo femenino y judío. A menudo ha sido descrita como filósofa, aunque
ella siempre rechazó esta categoría, porque la filosofía concierne al hombre en
singular. Ella enfocó su trabajo desde la perspectiva que los hombres, y no el
hombre, habita la tierra. Entre las obras que escribe destacan Los Orígenes
del Totalitarismo, donde reflexiona sobre el concepto de totalitarismo
(nazismo, estalinismo ...) y la obra Eichmann en Jerusalén, a partir del
juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén, obra que fue muy polémica, ya que en
ella hacía pública cierta colaboración con los nazis de los Consejos Judíos
durante el Holocausto.
Para Julia Urabayen, “el pensamiento de Hannah Arendt nace en
un contexto histórico sumamente convulso, el totalitarismo, y lleva la huella
de su vivencia personal. A pesar de eso, no queda encerrado en su situación,
sino que se plantea preguntas que siguen preocupando al hombre actual. La
vigencia de sus ideas se hace patente por la gran cantidad de estudios que se
han publicado y siguen publicándose sobre ella. La filósofa formada en la
fenomenología de Heidegger y el pensar existencial de Jaspers busca la creación
y mantenimiento de un espacio público de aparición que garantice el derecho a
tener derechos”.
Hannah Arendt nació el 14 de octubre de 1906 en Hannover, Alemania. Hija única de padres judíos de origen ruso. Huérfana de padre a los siete años, no tuvo una infancia demasiado feliz. Formada en Königsberg (el pueblo de Kant), estudió filosofía y teología, entre en 1924 y en 1928, en la Universidad de Marburg bajo la dirección de Martin Heidegger, con quien se dijo que mantuvo un breve romance. En 1929 se trasladó a Heidelberg y publica su tesis -dirigida por Karl Jaspers: El concepto del amor en San Agustín. Poco después se casó con Günther Stern y se instaló en Frankfurt. En 1933 fue inhabilitada para la enseñanza en universidades alemanas por su condición de judía. Conoce la figura Rahel Varnhagen, a la cual dedica la obra Rahel Varnhagen, la vida de una judía alemana -que por cierto tuvo un amante de Bilbao, Rafael de Urquijo-, que publicó a finales de los 50.
Luchó contra el
nazismo y, en el otoño de 1933, escapó a París, donde trabajó rescatando niños
judíos para enviarlos a Palestina. En 1935, hizo su primer viaje a Palestina.
Trabajó en la Liga Internacional contra el Antisemitismo y, a partir de 1938, en
la Agencia Judía de París. Se divorció de Stern en 1937 y, en 1940, se
casó con Heinrich Blücher, gentil y militante comunista. En aquellos
días conoció a Paul Sartre y a Walter Benjamin. En 1940 fue deportada al
campo de Gurs. Con ayuda de su esposo, sin embargo, consiguió viajar a los
Estados Unidos. Allí empezó a colaborar con el semanario alemán Aufbau.
En 1944 dirigió los trabajos de la Comisión para la reconstrucción de la
cultura judía europea y unos años después se convierte en la directora de
la Organización para la reconstrucción de la cultura judía. En 1951
alcanza la ciudadanía norteamericana y aparece Los orígenes del totalitarismo.
En 1960 obtiene el premio Lessing en Hamburgo por La condición humana.
En 1961 publicó La crisis de la cultura y Entre el pasado y el futuro. En 1972 aparece De la mentira a la violencia y Crisis de la república. Falleció en Nueva York, en diciembre de 1975, después de sufrir un ataque cardíaco. Es enterrada en el Bardo College en Nueva York, donde su esposo enseñó durante muchos años.
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